Érase una vez… Un cuento financiero
Érase una vez, en una pequeña ciudad vivían dos amigos Lalo y Gris, ellos eran muy felices, hasta que un día se dieron cuenta que para poder cumplir su sueño de hacerse de una chocita requerían de un pergamino mágico que les ayudará a comprobarle al usurero del pueblo que eran buenos pagadores.
Pero ninguno de ellos contaba con el pergamino mágico que les abriría las puertas a conseguir que les prestaran el dinero que necesitaban, por eso, decidieron comenzar una búsqueda en los pueblos aledaños para encontrar a alguien que quisiera a ayudarlos a realizar sus sueños.
Pronto en la aldea más cercana encontraron a un mago rojo, era realmente bueno, aunque pasó días enteros sin atenderlos y cuando por fin lo hizo, les negó su ayuda, alegando que si tan valioso documento, no les podía brindar sus servicios.
“¡Las cosas no pasan por arte de magia!”. Les gritó antes de correrlos de su casa. Así que Lalo y Gris corrieron hasta la siguiente ciudad que les parecía más cercana. Mientras iban por el camino se dieron cuenta que su sueño podía estar más lejos de lo que pensaban.
“Qué difícil es que alguien confíe en nosotros”. Se lamentaban ambos amigos. Aun así los amigos no perdieron la fe y siguieron hasta encontrar la casa del mítico duende azul.
Nadie sabía cómo se llamaba en realidad, aquella criatura cambiaba continuamente de nombres y apariencia, en búsqueda de encontrar la forma que demostrará su genialidad.
Este singular personaje parecía ser lo grandiosamente ingenioso para solucionar su problema, sin embargo, para atenderlos les pidió llenar varios formularios antes de atenderlos.
Les entrego una ficha y les pidió que volvieran unos meses después cuando tuvieran un poco más de experiencia utilizando su dinero.
Mientras esperaban su cita, los dos amigos decidieron ir al siguiente pueblo, ya con el ánimo más bajo y pensando que no podrían encontrar alguien que les diera el pergamino mágico que todo en su aldea les pedían.
En el camino se encontraron una ranita con un sombrero morado, era el sombrero más bonito que jamás habían visto y aunque esta se intentó comunicar con ellos, la rana hablaba un lenguaje extraño para ellos, de tierras muy lejanas.
Ya cansados de tanto caminar y enfrentar decepción tras decepción, nuestros héroes decidieron separarse, para intentar abarcar un mayor territorio y encontrar más rápido a alguien que los pudiera ayudar.
Con las pocas monedas que les quedaban decidieron emprender su viaje por separado, Lalo tomó el camino derecho y Gris el izquierdo.
Gris encontró muchos impostores en el camino, le prometían darle el gran pergamino mágico, pero al final resultaba ser una farsa.
Mientras tanto Lalo encontró un hechicero turquesa de barba graciosa, que disfrutaba de contar muchas historias, de enseñarle a su pueblo como manejar sus dinero y que daba la gran oportunidad de conseguir el pergamino mágico.
Lalo se acercó a preguntarle a tan mítico personaje que requería para que le pudiera entregar el tan anhelado documento, a lo que el barbudo le contestó: “Trae a un amigo contigo y el pergamino es tuyo”.
Lalo no lo podía creer, lo único que necesitaba para conseguir sus sueños de tener una chocita era compartir con su amiga Gris su descubrimiento. Así que corrió y corrió hasta quedarse sin aliento.
Cuando por fin encontró a su amiga, le contó sobre su descubrimiento y ninguno de los dos lo podían creer. Así que con sus corazones contentos regresaron hasta aquel divertido hombre.
Una vez hechas las presentaciones, el mago les entregó a ambos el pergamino por el cual iniciaron su viaje, no sin antes advertirles que hicieran un buen uso de este, pues adquirir muchas monedas de un solo jalón les podía traer problemas.
Antes de marchar, el gran hechicero turquesa le regalo a Lalo una burbuja que le mostraba las cualidades por la que había decidido entregarle el pergamino mágico, el cual decía lo siguiente: “La perseverancia y el trabajo duro te trajeron hasta aquí, nunca lo olvides y sigue así”.
De regreso a casa, tal como si fueran los héroes de la aldea, fueron recibidos por sus amigos con un gran banquete.
Varios años después, Lalo y Gris pudieron comprar sus chocitas, una al lado de la otra, ahora eran mejores amigos y también vecinos, por lo que más tarde decidieron abrir una panadería juntos.
Nunca olvidaron que sin ese pergamino mágico ninguno de los dos hubiera podido realizar sus sueños y agradecían al hechicero turquesa haberles dado la oportunidad de demostrar que eran buenos administradores. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Moraleja
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